PRECIOSA
- rusvelt1
- 31 jul 2018
- 2 Min. de lectura

Preciosa, me gustas con tu ternura y tu silencio. Eres una sublevación de sentimientos floridos. Y yo te los abrigué en mi congoja, cual se esfumó fugazmente cuando sobrevino la presencia tuya. Luego así, lloraste de regocijo y te acercaste a mí, un tanto sensible, siendo dulce. Con placidez, estuviste feliz entre deleites conmigo. Nunca te ausentaste bajo ese invierno penumbroso. Allí, fue cuando más nos aunamos en lo idílico, porque apreciaste lo nuestro tan afectuoso.
Tras los otros instantes, te procuré y susurré lo temeroso; el hola amorosa, te lo declaré de rocío a tu boca de esencias tibias. Más el canto apaciguado te sedujo con la inocencia del dolor pasado. En cuanto a lo otro íntimo, tú quisiste persistir callada. Eso dijo mucho de lo que resguardabas. Mientras; yo te brindé un romance repleto de suspiros inesperados, que se confinaron con la hermosura de nuestras presencias.
Así lo descubrí ayer; durante la inspiración de aquella entrega tuya y vívida, preciosa un tanto mía. Sobre la experiencia, nos abrazamos libremente al ritmo de una sola armonía. Junto al embeleso, elegiste darme tus besos sublimes, que para mí fueron apasionados. Sin recelo, nuestros labios se rozaron, los saboreamos con excelsitud, nos humectamos entre lo cautivador. En tanto lo núbil, me hiciste sentir la frescura juvenil, cuya dulzura me puso a volar por tus aromas.
Y novia de esta simpatía adorada; cuando estuvimos tendidos sobre el nevado, recordé sin nostalgia, la una y la otra devoción tuya, rescatada ayer entre las caricias retoñantes. De repente; tocado el acercamiento de tus manos, te supe descubierta ante nuestra vida.
Más sin ningún aviso, te subiste hasta la cumbre mía. Mientras; se dio lo añorado, nos abrazamos entre una emanación de flores tuyas, esparcidas contra mi vano cuerpo. Hacia lo excesivo nos sonreímos, te palpé en lo frágil, aunados nos resucitamos a lo eterno.
Al cabo, conquisté la beatitud, te supe festeja a ti, gracias a la complacencia de nuestro romance. Por fin albergamos lo apasionado. Nos entregamos al goce, desvestimos el pudor, fuimos hombre y mujer, libres. Así que una vez menguado el arrullo tuyo, yo me fui yendo hacia tu claridad deslumbradora. De a poco; ahondé en tus otros asombros, superamos lo imposible y engendramos lo santo, amada, amorosa algo mía.
Rusvelt Nivia Castellanos
Escritor colombiano
(Texto extraído de su libro de cuentos)