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LA TRANSFORMACIÓN DE UN MALVADO


En el pasado remoto (1) vivió el sabio (rishi) Valmiki, conocido como adi-kavi o el poeta original, y su obra maestra, el Ramayana, es conocida como el adi-kavya o el primer poema.(2) El Ramayana (3) es indudablemente la primera obra épica en el mundo y, junto al Mahabharata, que es la mayor (4) obra épica conocida por la humanidad, se constituyen en los principales itihasas o narraciones históricas. Valmiki (5) es uno de los ejemplos más claros del cumplimiento del refrán “dime con quién andas y te diré quién eres”, pues siendo un alma auto realizada y un sabio del más alto nivel, en su juventud, por entonces llamado Ratnakar, fue violento y perverso.

Ratnakar era hijo de Varuna, el virtuoso e inteligente semidiós de las aguas, y se encontraba al cuidado del sabio Prachetasa: un día, niño todavía, fue a jugar al bosque y se extravió; cuando trató de retornar a su hogar, confundido y llorando desconsoladamente, se dirigió precisamente en dirección contraria, perdiéndose en las profundidades de la maleza; pasaba por allí un cazador que buscaba una presa, y cuando vio al niño acongojado, se lo llevó a su cabaña, donde él y su esposa lo tranquilizaron; como no tenían hijos, aceptaron al niño como un regalo divino y decidieron criarlo como si fuera su propio hijo. En tanto, los desesperados padres de Ratnakar, lo buscaron infructuosamente, hasta que, finalmente, pensaron que había sido devorado por alguna bestia salvaje y lloraron amargamente su ausencia.

Aunque Ratnakar era muy inteligente y habiloso, no tuvo la oportunidad de recibir una educación adecuada; mientras recibía el afecto de los cazadores, gradual e inevitablemente fue olvidando a sus padres. Pronto aprendió las costumbres de los cazadores y también la cacería, desarrollando una puntería extraordinaria hasta convertirse en el terror de los animales del bosque. Siendo muy apuesto, cautivó a una noble y hermosa princesa, cuyo amor finalmente rechazó, porque prefirió a Tara, hija de otros cazadores, con quien compartía costumbres; ella era tanto bella, como amañada y caprichosa, y Ratnakar, para dar gusto a sus caprichos y mantener a su creciente familia, se convertiría en un asaltante de caminos, llegando incluso a asesinar a quienes se resistían a entregarle sus objetos de valor.

En cierta ocasión, tratando de halagar a su consorte, el bandido Ratnakar le prometió satisfacer cualquier deseo que tuviese: Tara pidió entonces una rara gema, que en alguna ocasión se habría visto adornando la cabeza de una cobra. Junto con una banda de delincuentes que se había conformado, el bandido se lanzó entonces a la difícil búsqueda, matando cuanta cobra encontrara a su paso, prácticamente exterminó a las serpientes, pero sin resultado alguno. Ante su fracaso, el enamorado, ofreció sustituir la joya con cofres de bellas y valiosas joyas y alhajas; pero Tara las rechazó con desdén, y exigió el cumplimiento literal de la promesa. Ratnakar se enteró que una gema, como la deseada por Tara, se encontraba adornando una Deidad en un templo; entonces, cegado por el apego a la insatisfecha mujer, atracó el recinto sagrado, mató al brahmán a cargo de la adoración (pujari) y cortó con su puñal el collar que adornaba la Deidad de Mahalakshmi, la diosa de la Fortuna.

Por intervención de la Divinidad, Narada Muni,(6) el célebre sabio entre los semidioses, se presentó por los dominios de Ratnakar decidido a salvarlo de esa vida desastrosa; Ratnakar, amenazando a Narada, lo conminó a que le entregase sus riquezas. Como de costumbre, el santo pleno de sí mismo, vestía muy sencillamente y no llevaba posesiones materiales consigo. Sin mostrar enojo, le explicó al bandido que su única pertenencia era un instrumento musical vina (7) y, sentándose bajo un árbol, se puso a cantar dulcemente los nombres de Dios.

Ratnakar contempló con curiosidad y fascinación el rostro de ese hombre que, a pesar de no tener nada costoso, rebozaba de inocencia y tranquilidad, entonces el criminal sintió alivio y paz en su corazón.

Notando que Ratnakar estaba profundamente conmovido, el sabio dio una pausa a su canto y le explicó la Ley del Karma, una ley que rige en el mundo material: cada persona está destinada a disfrutar o sufrir lo que en justicia merece como consecuencia de sus propios actos. Cualquier acto bueno que uno realice, será retribuido por la naturaleza con algo bueno y, en forma similar, cualquier acción mala o que sea fuente de dolor retornará a nuestras vidas con un sufrimiento y dolor equivalente al ocasionado.

Por sus nefastas actividades, Ratnakar tendría que experimentar el correspondiente sufrimiento y, por tanto, al pensar en las fechorías que había hecho, se atormentó su corazón, y de pronto sintió hundirse en la más grande infelicidad y desgracia. Espantado ante la explicación del sabio, el asaltante trató de justificar sus crímenes, argumentando que ser bandido era lo único que sabía hacer y que el fruto de sus atracos era utilizado para mantener a sus dependientes: su insaciable mujer, sus descontrolados hijos y sus ancianos padres.

Sonriendo, Narada, lo desafió a que fuese a preguntar a todos sus beneficiarios, si acaso ellos estarían dispuestos a compartir el atroz karma que por complacerlos estaba generando. Él lo esperaría para escuchar la respuesta, por lo que le dijo: “Si crees que me escaparé y no te fías en que te espere, entonces, átame a un árbol mientras vas a preguntar.”

Ratnakar, confiado en que sus seres queridos compartirían la desgracia que le esperaba, aceptó el reto. Una vez que les hubo consultado, el bandido quedó desconcertado al comprobar que nadie en su familia quería asumir tan terrible culpa, y que todos lo responsabilizaban por su manera de obtener fortuna.

Decepcionado y apesadumbrado, el bandido volvió hasta Narada para confesarle la respuesta que había obtenido. Mientras desataba al santo, desesperado como estaba, le preguntó cómo podía escapar del sombrío futuro que le aguardaba.

La instrucción del sabio Narada fue precisa: la manera más poderosa de purificar su conciencia, sería el recitar los Santos Nombres de Dios y llevar una vida de bien. Debido a sus malos hábitos, Ratnakar se sintió indigno de cantar el Nombre Divino y también consideró imposible poder practicar tal disciplina.

Narada, movido por un sentimiento de compasión, le preguntó si podría recitar en cambio el nombre de la muerte: mara (en el antiguo idioma sánscrito).

Ratnakar, con una sonrisa, contestó que podía repetir con facilidad el nombre: mara. El sabio le pidió recitar incesantemente ese nombre, indicándole que se concentrara al hacerlo y que, aparte de repetir el nombre, lo esperara en ese mismo lugar hasta que retornase. Luego de darle tan inusual instrucción, se marchó.

Tan profundamente se concentró Ratnakar, recitando sin parar ‘mara…, mara…, mara…’ que se olvidó de comer y de dormir. Gradualmente, sin que esto interrumpiera su meditación, se formó un hormiguero alrededor de su cuerpo hasta cubrirlo por completo; es decir el bandido no podía siquiera ser visto.

Pasado un tiempo considerable, Narada volvió al lugar donde había dejado a Ratnakar y, en el entendido que Ratnakar se encontraba dentro del gigantesco hormiguero, muy cuidadosamente, lo limpió y acercándose a su oído le murmuró el nombre de “Rama.”

De inmediato, Ratnakar salió de su trance y, viendo al sabio, en señal de veneración, se inclinó con afecto para tocar sus pies. Narada lo levantó y abrazó; Ratnakar, purificado por el contacto con el poderoso santo, experimentó un cambio de actitud y sintió que vivía una nueva vida. Entonces, Narada le dijo: ‘Dios está complacido con tu penitencia y puesto que has renacido de un hormiguero (valmika), serás conocido como Valmiki.’

Narada le explicó afectuosamente a su discípulo, que al repetir continuamente las sílabas de la palabra mara que le había encomendado recitar: ‘ma-ra…, ma-ra…, ma-ra…’, en realidad había estado recitando la poderosa vibración ‘Rama…,Ra-ma…, Ra-ma…’ que en el constante vibrar se conformaba, y que siendo Rama uno de los ilimitados y poderosos nombres trascendentales del Absoluto Supremo, ‘aquel que da felicidad a Sus devotos’, su recitación sin ofensas había purificado a quien había sido el criminal Ratnakar. Narada también, compartió con el discípulo su propia historia ejemplificando así el otro factor determinante de purificación: la compañía de personas santas. Luego el sabio se despidió para continuar su permanente viaje alrededor de los universos.

Esa fue la iniciación de Valmiki, puesto que en la cultura Védica, el maestro espiritual otorga un nombre al discípulo (8) al iniciarlo en la ciencia de la vida espiritual. Valmiki, el que fuera un perverso, abandonó su lujoso hogar y, fundamentalmente, sus malas costumbres, para comenzar a vivir con austeridad, limpieza y disciplina, en una choza cerca del río Ganges. Transformado e incapaz de hacer daño a entidad viviente alguna, Valmiki incluso se aseguraba de que no hubiera insectos donde ponía su pisada.

NOTAS DEL TEXTO

(1) La era de Treta-yuga data de más de un millón de años atrás, de acuerdo a la cronología Védica. (2) Es el primer poema si contamos a partir del reinado de Manu, el primer Rey registrado en los últimos miles de años. Estrictamente hablando, en una escala de tiempo astronómica, el Brahma Samhita, pre-data su existencia, ya que Brahma, recibió este conocimiento directamente de la Divinidad, al principio de la creación hace miles de millones de años, por lo que Brahma es también conocido como adi-kavi o poeta original. Cabe de todas maneras, notar que el conocimiento védico es eterno y se encuentra más allá de estimaciones cronológicas. (3) El Ramayana, (en sánscrito, ‘Historia de Rama’), es la menor de las dos grandes epopeyas de la India antigua. (4) El Mahabharata tiene 110.000 versos y es la epopeya más extensa, pero es en prosa, el Ramayana tiene 24.001 versos de rima perfecta. (5) Persona que se convirtió en un gran santo y sabio gracias a las instrucciones de su maestro espiritual, el célebre Narada Muni. Dios lo inspiró para que compusiera en verso la obra maestra el “Ramayana”. (6) Narada, un alma liberada, anda extasiado, recitando y cantando los Santos Nombres, sin envejecer, ni morir. La potente e ilimitada vibración trascendental que su canto místico genera, lo transporta por doquier a través de universos materiales y espirituales. (7) Vina es un instrumento de cuerdas de la India. (8) La iniciación espiritual por parte del guru o Maestro Espiritual es conocida como el segundo nacimiento. Puesto que la persona es entrenada en principios que templan el carácter, es muy apropiado el cambio de nombre al darse un claro cambio en la actitud hacia la vida por parte de los iniciados. Este mismo sistema fue adoptado por el Señor Jesucristo, quien se cree estudió en la India entre sus 12 y 33 años, y daba nombres espirituales a sus discípulos.

Valmiki, Maestro de la India.

Texto extraído del libro El Ramayana.

Pintura del texto,

por varios artistas,

Vilmaki.


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