A LA PESCA DE UN LUCERO
A la luz del amanecer, cabalgando sobre el vaivén de las olas del océano Atlántico, por las costas de las Bahamas, una lancha con motor fuera de borda, con cuatro pescadores y un poeta, regresaron de sus labores cotidianas de pesca. Bajo la luz de la luna, dos luceros parecían acompañarlos. Al dirigir la embarcación a la luz, una sirena exhibía incandescentes destellos en los pezones. Con sorpresa, los pescadores observan como el poeta en forma misteriosa es lanzado al agua, en medio de la tempestuosa mar. Eolo celoso, con su furia lo consume en las tinieblas oceánicas, con sus épicos vientos. La amorosa sílfide desafía las simas borrascosas, para rescatar los versos del poeta de sus sueños, lo cobija con sus brazos, adhiriéndolo a sus pechos con pezones de diamante. La luz diáfana le permite al rapsoda respirar en el océano. La lucha por conservarlo entre sus senos, desafiaba la muerte de ambos. Invocando a Poseidón, su protector, pronto se desató una lucha con furia titánica entre los dioses. Al mismo tiempo, la mar se crispó de olas gigantescas, Poseidón, asiendo a Eolo, lo sumergió donde los vientos perdieron su furia. Mientras, la sirena con la venia de Poseidón, condujo al poeta a los arrecifes donde mora en el fondo marino. Canta en el silente azulado de rocas coralinas, la oración a Poseidón. La magia de su canto abre la entrada abismal de su morada. En su castillo de rocas purpúreas, con lecho mullido de algas de todos los colores, muebles en rocas con incrustaciones de diamante, complementan su mundo.
Ahora ella descansa en una silla, mitad pez mitad humana, mientras él está bajo una rompiente arqueada. Con los acordes de su quejumbroso saxo, le cuenta sobre su soledad marina. En copa labrada de zafiro, cuyos bordes brillan con iris trémulo, le ofrenda el vino negro, extraído de la sangre del tiburón plateado. Luego se levanta ella, le enseña la colección de diamantes que luce en sus pechos, cada noche. De su colección secreta, le regala uno por cada verso que le cante al acompañamiento del jazz de sus amores, para que redima con sus destellos a un niño de las zarpas de la guerra.
Y se libera Eolo; con su encanto, consigue quitarle el poeta a la ninfa, quien yace soñando junto al poeta loco, que inspira sonetos áureos y resplandecientes rimas. Cuando claro, Beodo entre la embriaguez, llega ante Poseidón y por lo que pasa, luchan estos dioses y producen el huracán Katrina, lanzando los náufragos y al poeta a las playas de Luciana, devastando a la ciudad del saxo, Nueva Orleans.
José Nivia Montoya,
Artista de Colombia,
Fotografía del cuento,
por El artista del bien.
Pintura del cuento, por Velt,
El pescador nocturno.